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En cualquier caso, es evidente que el alcohol tiene unos efectos sobre nuestro comportamiento y sobre diferentes organos de nuestro cuerpo cuando su consumo es excesivo. Ello se debe a que el alcohol es un tóxico que nuestro cuerpo debe eliminar metabolizándolo en el hígado merced a una enzima denominada alcohol-dehidrogenasa (las mujeres suelen estar menos dotadas de esta enzima, por lo cual suelen 'aguantar' menos el alcohol que los varones). El alcohol contenido en todas las bebidas alcohólicas es un tóxico euforizante, para muchas personas, que disminuye sus inhibiciones y altera la percepción de los sucesos y las cosas como cualquier otra droga. El consumo excesivo puede ser en una ocasión concreta (intoxicación aguda produciendo daños en sistema nervioso central que pueden llevar incluso a la muerte) ó como resultado de una ingestión mantenida en el tiempo (intoxicaciones crónicas. Se manifiestan al cabo de años y es probable que el alcólico ni siquiera manifieste síntomas evidentes de ebridad) afectándose tanto el sistema nervioso como el hígado. Por otro lado, todos sus efectos están en relación (como ocurre con todas las drogas) con la dosis ingerida y la capacidad individual de cada consumidor.
Recientemente se ha prestado mucha atención a la noticia de que el consumo moderado de alcohol puede ser incluso beneficioso para la salud ... es cierto que, según las estadísticas, los bebedores muy moderados parecen tener una esperanza de vida mayor que los totalmente abstemios (por padecer menor mortalidad por enfermedades cardiovasculares) y que determinadas substancias presentes en el vino o en la cerveza (flavonoides sobre todo) pueden disminuir la mortalidad por esta causa. En cualquier caso, recordamos que estas substancias protectoras están presentes también en alimentos no alcohólicos: uvas y mosto tinto por ejemplo.
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